El Hijo, que es el Verbo del Padre, engendrado desde siempre del Padre, Dios mismo y eterno, y de una misma sustancia con el Padre, tomó naturaleza humana en el seno de la Santísima Virgen, de su sustancia: de modo que dos naturalezas enteras y perfectas, es decir, la Divinidad y la Humanidad, se unieron en una sola Persona, para no dividirse jamás, de la cual es un solo Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, que ciertamente padeció, fue crucificado, muerto y sepultado, para reconciliar a su Padre con nosotros, y para ser sacrificio, no sólo por la culpa original, sino también por todos los pecados actuales de los hombres.